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La primera misa en la Plaza de la Revolución (a propósito de la visita a Cuba de Benedicto XVI)

La primera misa en la Plaza de la Revolución (a propósito de la visita a Cuba de Benedicto XVI)

Dentro de pocas horas, en la Plaza de la Revolución, los cubanos creyentes y no creyentes, estaremos en la gran misa que oficiará su Santidad Benedicto XVI. Todos, recordamos la grandiosa y emotiva misa oficiada en esta plaza por el papa Juan Pablo II. Fue el domingo 25 enero de 1998, hace apenas 14 años. Sin embargo, muchos desconocen que, el 28 de noviembre de 1959, ese histórico lugar, entonces conocido como Plaza Cívica, transformado en un gran templo al aire libre, fue escenario de una misa memorable, la primera misa.

Hace 53 años, pocos meses después del triunfo revolucionario, la jerarquía católica cubana convocó a un Congreso Católico Nacional para los días 28 y 29 de noviembre. Varias fueron las actividades religiosas programadas para esos dos días, pero el acto cumbre del Congreso era una grandiosa misa en homenaje a la Virgen de la Caridad del Cobre. Las expectativas fueron diversas. Los enemigos, como también lo hacen hoy, trataron de interferir la ejecución del evento. Primero dijeron que el Congreso no podría ser celebrado o que sería dificultado por las obstrucciones de un régimen al que se trataban de pintar como enemigo de la religión. Cuando esos infundios fueron desmentidos por los hechos, acudieron a otra versión: la de que el evento sería una demostración de repulsa al Gobierno Revolucionario. Esta última maniobra fue desvirtuada a tiempo, gracias a las oportunas aclaraciones del episcopado, los dirigentes de Acción Católica y la comisión organizadora del Congreso.

La revista Bohemia, en un editorial, denunció que el Congreso Católico Nacional estaba “siendo centro de numerosas suspicacias, de tendenciosos comentarios por parte de aquellos que pretenden parcializar la multitudinaria demostración de fe que hará el pueblo de Cuba, en beneficio de su particular criterio político, de interesado enfoque de la actualidad nacional”.

En la Universidad de La Habana, durante la velada solemne de homenaje a los estudiantes de Medicina asesinados el 27 de noviembre de 1871, el propio Comandante en Jefe, explicó como la contrarrevolución había intentado utilizar la celebración en Cuba del Congreso Católico Nacional para enfrentar la religión a la Revolución:

Incapaces de comprender el profundo sentido humano y justo del pensamiento cristiano, sobre todo con lo que entraña de prédica a favor de los pobres y de los humildes, y que por lo tanto no puede ser de la devoción de los egoístas y de los avaros y que sí puede caber dentro de una Revolución justa y de un pueblo justo, pero jamás en las mentalidades inescrupulosas de los explotadores de los humildes y de los pobres, para que pueda estarles rondando la idea de enfrentar el sentimiento religioso al sentimiento revolucionario de una manera inescrupulosa, porque con los sentimientos religiosos del hombre no se comercia ni se juega.

Lamentable es que tengamos que salir al paso a las maniobras, y que sentemos bien claro, que los elementos latifundistas y garroteros y especuladores de toda laya, elementos sin escrúpulos, incapaces de comprender el sentido revolucionario de las prédicas de Cristo, elementos inescrupulosos que quieren herir el tradicional sentimiento religioso y la devoción de nuestro pueblo noble hacia la propia virgen de la Caridad, porque esa imagen es de todos los cubanos, es incluso de la Sierra Maestra, y surgió en la fe de los cubanos, [...] entendemos que no es justa ni es honesta la maniobra de querer aprovechar el congreso, que es un acto legítimo de los creyentes cubanos, como es un acto legítimo y respetado para las demás religiones; de haber querido aprovechar esa fe de nuestro pueblo, las decenas y los cientos de miles de devotos de nuestro pueblo, que van a ir allí a rezar por Cuba y por las leyes revolucionarias; porque estamos en la calle y son miles las personas que en estos meses y durante la guerra se nos han acercado para darnos alguna estampa, para exclamar algún deseo cristiano, para expresarnos alguna bendición, porque esa forma abierta de la naturaleza espiritual de nuestro pueblo, que está con la Revolución porque es justa, porque es humana y porque en ella caben todos los sentimientos nobles del hombre. Y los que no cabrán ¬jamás en ella son los sentimientos egoístas e inhumanos. Y bueno es que no se ande tratando nadie de alzar con la fe sana y la devoción honesta de nuestro pueblo, porque ese sentimiento no servirá ¬jamás para encubrir actos que van contra la caridad cristiana, y que van contra los sentimientos humanos. (Revolución. 28 de noviembre de 1959, p. 13.)

En vísperas del evento, el Monseñor Evelio Díaz, entonces Administrador Apostólico de La Habana y Pinar del Río, declaró: “Nunca un gobierno, en el tiempo que llevamos de prelado, ha dado tantas facilidades a la Iglesia”. Y por su parte, el Monseñor Pérez Serantes afirmó que recibía de las autoridades oficiales incondicional apoyo para la celebración de su Primer Congreso Nacional y “nos sentimos deudores de las autoridades por las facilidades brindadas a este evento”.

El Ministerio de Obras Públicas, trabajó intensamente para que en la fecha de inauguración del Congreso estuvieran terminadas varias calles cercanas a la Plaza Cívica; el de Transporte facilitó el arribo a la capital de cubanos procedentes de otras provincias y puso, a disposición del Congreso, un servicio de ómnibus entre la noche del sábado y la mañana del domingo; la Policía Nacional Revolucionaria cooperó estrechamente con la comisión de parqueo, integrada por cien estudiantes de la Agrupación Católica Universitaria; y el Ministerio de Gobernación tramitó sin demora todos los permisos necesarios.

Además, la Iglesia recibió el apoyo de las Fuerzas Aéreas Rebeldes para transportar, en el avión Sierra Maestra, a la venerada Virgen de la Caridad desde su Santuario a La Habana y de su regreso a El Cobre en la tarde del domingo 29. Las acciones del Gobierno Revolucionario echaron por tierra los infundios lanzados en torno al Congreso con ánimos de enfrentar el catolicismo a la Revolución.

El sábado 28 de noviembre, comenzaron las actividades del Congreso Católico Nacional. A las ocho de la noche, desde Prado y Neptuno partió el desfile de antorchas que, tras recorrer varias calles habaneras, acompañando a la Virgen, llegó a la Plaza Cívica para participar en la misa convocada para la medianoche.

Alrededor de la una de la madrugada, poco antes de llegar la Virgen de la Caridad del Cobre, las exclamaciones del público aumentaron, anunciando la llegada de Fidel Castro. Numerosos feligreses se disputaban el acceso a Fidel quien se aproximaba acompañado del presidente Osvaldo Dorticós, los comandantes Juan Almeida y Efigenio Ameijeiras, varios ministros y otros altos oficiales rebeldes. En la Plaza Cívica se confundían los comandantes del Ejército Rebelde con los eclesiásticos y devotos.

La escolta del Comandante en Jefe luchaba en vano por abrirse paso, chocando contra la muralla del entusiasmo popular. Al fin, el líder de la Revolución consiguió avanzar, llegando hasta donde se hallaban su madre y sus hermanas. Seguidamente, cambió impresiones con altos dignatarios de la Iglesia y con el sacerdote, comandante del Ejército Rebelde, Guillermo Sardiñas, quien vestía su tradicional sotana verde olivo.

A pesar de la inclemencia del tiempo, la lluvia y el viento no hicieron mella en el entusiasmo cristiano y patriótico. Nadie se movió de su puesto, nadie se quejó, nadie desertó. En medio de la noche llegó la Virgen a los acordes del Himno Nacional.

La Misa de Pontifical, fue oficiada por monseñor Pérez Serantes quien agradeció emocionado la firmeza y sacrificio del pueblo y repitió sus manifestaciones, hechas a todo lo largo del desfile, de reconocimiento a las autoridades revolucionarias “que nos han ofrecido mucho más de lo que hubiéramos podido solicitar”.

Terminó su oración con las siguientes palabras:

-Bendice a las autoridades de tu pueblo…

Los micrófonos y altavoces llevaron después a toda la Isla las palabras de Monseñor Evelio Díaz en su ofrenda de homenaje a la patrona de Cuba. Otro momento de gran emoción fue cuando se escuchó la voz del pontífice Juan XXIII, trasmitida por la Radio Vaticana, dirigiéndose al pueblo de Cuba, y muy especialmente a la feligresía católica cubana.

La palabra clara y firme de Juan XXIII, en perfecto castellano, se escuchó a través de los micrófonos de la Federación de Radioemisores de Cuba. El papa concluyó su mensaje exclamando: “¡Cómo queremos en estos momentos poner a Cuba entera a los pies de su amada Patrona, María Santísima de la Caridad del Cobre, para que reine su amor en el alma de cada cubano, para que bendiga sus hogares, para que brillen sin nubes días de paz y tranquilidad sobre esa querida Isla!”

En horas de la mañana del domingo 29, tuvo lugar el segundo acto del Congreso en el Estadio de la Tropical, con la Asamblea del Apostolado Seglar y clausura del evento. En la tarde, la Virgen de la Caridad, regreso a su sitial permanente en el Santuario del Cobre.

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