Palabras presidente cubano en el recimiento Papa Benedicto XVI
Cuba lo recibe con afecto y respeto y se siente honrada con su presencia. Encontrará aquí a un pueblo solidario e instruido que se ha propuesto alcanzar toda la justicia y ha hecho grandes sacrificios.
De Martí aprendimos a rendir culto a la dignidad plena del hombre y heredamos la fraterna fórmula que seguimos hasta hoy: “con todos y para el bien de todos”.
Cintio Vitier, insigne intelectual y cristiano, escribió que “el verdadero rostro de la Patria… es el rostro de la justicia y de la libertad” y que “la Nación no tiene otra alternativa: o es independiente o deja de ser en absoluto”.
La potencia más poderosa que ha conocido la Historia ha intentado despojarnos, infructuosamente, del derecho a la libertad, a la paz y a la justicia. Con virtud patriótica y principios éticos el pueblo cubano ha hecho tenaz resistencia, sabiendo que ejercemos también un derecho legítimo cuando seguimos nuestro propio camino, defendemos nuestra cultura y la enriquecemos con el aporte de las ideas más avanzadas.
Sin razón, a Cuba se le calumnia, pero nosotros confiamos en que la verdad, de la que jamás nos apartamos, siempre se abre paso.
Catorce años después que el Papa Juan Pablo II nos visitara, el bloqueo económico, político y mediático contra Cuba persiste e, incluso, se ha endurecido en el sector financiero. Como aparece en el memorando norteamericano del 6 de abril de 1960, desclasificado décadas después, su objetivo sigue siendo (cito) “… causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.
Sin embargo, la Nación ha seguido, invariablemente, cambiando todo lo que deba ser cambiado, conforme a las más altas aspiraciones del pueblo cubano y con la libre participación de este en las decisiones trascendentales de nuestra sociedad, incluidas las económicas y sociales que en casi todo el mundo son patrimonio de estrechas élites políticas y financieras.
Varias generaciones de compatriotas se han unido en la lucha por elevados ideales y nobles objetivos. Hemos enfrentado carencias, pero nunca faltado al deber de compartir con los que tienen menos.
Sólo como demostración de cuánto se podría hacer si prevaleciera la solidaridad, menciono que en la última década, con la ayuda de Cuba se han preparado decenas de miles de médicos de otros países, se ha devuelto o mejorado la visión a 2,2 millones de personas de bajos ingresos y se ha contribuido a enseñar a leer y escribir a 5,8 millones de analfabetos. Puedo asegurarle que, dentro de las modestas posibilidades de que disponemos, nuestra cooperación internacional continuará.
Santidad:
Conmemoramos el IV Centenario del hallazgo y la presencia de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, que lleva bordado en su manto el escudo nacional.
La reciente peregrinación de la Virgen por todo el país, unió a nuestro pueblo, creyentes y no creyentes, en un acontecimiento de gran significado.
Le aguardan Santiago de Cuba, que ha sido protagonista de gloriosos episodios en la historia de luchas de los cubanos por su definitiva independencia y también el poblado del Cobre, donde la Corona española tuvo que conceder la libertad a los esclavos sublevados en las minas, ochenta años antes de la abolición de tan infame institución en nuestro país.
Nos satisfacen las estrechas relaciones entre la Santa Sede y Cuba, que se han desarrollado sin interrupción durante setenta y seis años, siempre basadas en el respeto mutuo y en la coincidencia en asuntos vitales para la Humanidad.
Nuestro gobierno y la Iglesia Católica, Apostólica y Romana en Cuba mantenemos buenas relaciones.
La Constitución cubana consagra y garantiza la plena libertad religiosa de todos los ciudadanos y, sobre esa base, el gobierno guarda buenas relaciones con todas las religiones e instituciones religiosas en nuestro país.
Santidad:
Hace casi veinte años que Fidel sorprendió a muchos al proclamar que “una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre” concluyó.
Hay crecientes amenazas a la paz y la existencia de enormes arsenales nucleares es otro grave peligro para el ser humano. El agua o los alimentos serán, después de los hidrocarburos, la causa de las próximas guerras de despojo. Con los recursos que se dedican a producir mortíferas armas, podría eliminarse la pobreza. El desarrollo vertiginoso de la ciencia y la tecnología no se encuentra al servicio de la solución de los grandes problemas que aquejan a los seres humanos. Frecuentemente sirven para crear reflejos condicionados o para manipular a la opinión pública. Las finanzas son un poder opresivo.
En vez de la solidaridad, se generaliza una crisis sistémica, provocada por el consumo irracional en las sociedades opulentas. Una ínfima parte de la población acumula enormes riquezas mientras crecen los pobres, los hambrientos, los enfermos sin atención y los desamparados.
En el mundo industrializado, los “indignados” no soportan más la injusticia y, especialmente entre los jóvenes, crece la desconfianza en modelos sociales e ideologías que destruyen los valores espirituales y producen exclusión y egoísmo.
Es cierto que la crisis global tiene también una dimensión moral y que prevalece la falta de conexión entre los gobiernos y los ciudadanos a los que dicen servir. La corrupción de la política y la falta de verdadera democracia son males de nuestro tiempo.
En estos y otros temas apreciamos coincidencia con sus ideas.
Frente a tantos desafíos, Nuestra América se une en su soberanía e intenta una integración más solidaria para hacer realidad el sueño bicentenario de sus Próceres.
Su Santidad podrá dirigirse a un pueblo de convicciones profundas que le escuchará atento y respetuoso.
En nombre de la Nación, le doy la más calurosa bienvenida.
Muchas gracias.
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