A 66 años de una barbarie contra la humanidad.
Cada seis de agosto, la humanidad recuerda el abominable crimen perpetrado por el gobierno de Estados Unidos, en MIL 945, al lanzar la primera bomba atómica contra la ciudad japonesa de Hiroshina, causándoles la muerte al instante a unas 80 MIL personas, según los cálculos actuales.
El homenaje a las víctimas tiene lugar cada año en el parque que ocupa la explanada dejada por la detonación de la bomba de uranio ’Little Boy’ que arrasó Hiroshima, una ciudad que contaba entonces con unos 350 MIL habitantes, casi la mitad de ellos muertos unos meses después, aunque fueron muchas más las víctimas por las radiaciones en los años posteriores.
Para si fuera poco tal ensañamiento contra una población civil, tres días después de aquel ataque, EEUU lanzó una segunda bomba nuclear sobre la ciudad de Nagasaki que causó 74 mil muertos a finales de ese año, llevó a Japón a la rendición y puso fin a la Segunda Guerra Mundial.
El pasado año, Hiroshima conmemoró el aniversario 65 del ataque atómico contra esa ciudad, con un llamamiento al desarme nuclear y lograr un mundo sin esos medios destructivos, en una ceremonia a la que por primera vez asistió un representante oficial de Estados Unidos, de Francia y el Reino Unido.
A pesar de los reiterados argumentos que “tenemos el poder para construir un mundo libre de armas atómicas” y llamados a la comunidad internacional a transitar el camino hacia ese objetivo, los peligros de la guerra nuclear continúan vigentes, por eso es necesario continuar la lucha diaria ante la amenaza catastrófica que representan las armas de destrucción masiva.
Como dijo Miguel de Escoto, expresidentes de la Asamblea General de la ONU: “la humanidad no estará libre de los peligros de las armas nucleares hasta que no sean totalmente eliminadas de la faz del planeta y ese objetivo está lleno de complejidades técnicas y políticas, pero que por respeto a las víctimas y a los sobrevivientes de Hiroshina y Nagasaki se debe trabajar para lograrlo”.
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